Se derrama el café -LIBRE-

Su presupuesto no estaba para gastar en discos, ni en ropa, lo sabía. De todos modos no había podido evitar entrar a Rough Trade apenas pasar por enfrente. Había estado en varios spots de Londres esa tarde, no se enorgullecía pero su tour por la ciudad se debía a una desesperada búsqueda de empleo. Estaba pasando por un periodo de crisis en el que pensaba que la cámara no lo iba a salvar más como había hecho en los viejos tiempos, que ya no estaba en el colegio y que ahí la vida era muy distinta, y el ámbito muy competitivo. Y tampoco se enorgullecía de consolarse con ese tipo de pensamientos pesimistas que solo servían para alimentar su desesperanza y justificar su falta de miras.

Sabía, y muy bien, que tenía que moverse más, que empezar a buscar los caminos mediante sus propios medios, con un poco más de empuje, quizá más personalidad, pero no había logrado su cometido, ni siquiera había hecho lo suficiente mentalmente como para salir del hoyo. Y la solución más fácil parecía entrar a las filas de los meseros, como en su adolescencia, y ser conformista, al menos por el momento.

Se podría pensar que estando en una situación así, lo que menos tenía que hacer era gastar el dinero en lo que fuera, especialmente si pensaba salirse de casa de su tía. Tenía que ahorrar lo poco que ganaba siendo arreado en los eventos sociales para fotografiar a las celebridades, pero en vez de eso estaba sentado en una de las bancas de afuera, con café casi lleno en un vaso ya pintarrajeado por él mismo, un disco de Veronica Falls y una playera de Arcade Fire, como si le hiciera falta ropa.

El café pronto pasó de estar lleno a medio vacío cuando alguien, mediante quién sabe qué arte, tiró el vaso y de paso todo su contenido sobre la mesa, mojando la bolsa donde estaba el disco y la playera, mientras Andrew estaba distraído escribiendo un mensaje de texto en su austero celular. Se levantó rápido antes de que le cayera el líquido en los pantalones y levantó la bolsa que escurrió. Miró al culpable pero rápidamente bajó la vista como si de algún modo temiera que le fueran a echar a él la culpa. Pensamiento estúpido, claro, pero inevitable.

Love will find a way. Pharoah Sanders. Mi disco favorito del primer saxofonista que me había cambiado la vida, en versión extendida. Lo había pre-ordenado y recibido una llamada para que lo recogiera en la tienda a partir de ese día. Con la música, incluso en papel de consumidor, era criatura de hábitos: un disco nuevo (qué importaba que no fuera exactamente nuevo) requería de un ritual minucioso para ser tocado por primera vez. Audífonos de alta fidelidad, botella de vino, spliff, como decían los ingleses, y la primera palabra que había adoptado.

Desde que estaba en Londres me sentía más neoyorkino que nunca, pero siempre busqué las cosas más londinenses por hacer. Empecé por hacer caso omiso de las sugerencias de mis colegas sobre vivir en el West End y busqué un buen apartamento en el este, por mejor precio. La ciudad era ridículamente cara, salvo el precio de los estudios, que comparados con Nueva York eran una ganga. No por nada Londres estaba lleno de músicos. Mi apartamento estaba cerca de Stoke Newington carente de paredes por haber sido antes una bodega de textiles.

Por fuera era un edificio descuidado de ladrillo rojo, el primer piso abandonado y más arriba el estudio de una diseñadora de modas que sólo estaba ahí hasta las seis. Tenía la suerte del silencio, o mejor dicho había buscado expresamente un lugar para vivir con esas características, sólo había tenido suerte de encontrarlo tan rápido. En la soledad autoinducida del apartamento tenía planes de usar mi día libre escuchando a Pharoah Sanders, quizás perdiendo la mirada en la ventana. Oficialmente, la peor vista de Londres.

Exagerando por reflejo mi acento americano pagué los 10.99 que costaba el disco. ¿Que cómo me las ingenié para derramarle el café a un solitario en una mesa? Despidiéndome de alguien sin mirar adelante, intentando encender un cigarrillo a la vez y dándome contra la mesa. Le había mojado las cosas y mi expresión fue de la sonrisa de estar soltando planes al aire con el tipo al que me había encontrado, a la de estar realmente abochornado.

-Oye disculpa, no te arruiné lo que compraste ¿No? ¿Sí? Le dije de manera medio ininteligible por tener el cigarrillo entre los labios. Quise inspeccionar su bolsa aún apenado esperando su respuesta.

Al escuchar la voz del causante del dilema del café, volvió a alzar la vista. Mala idea, porque estaba seguro de que si en toda su vida había sido completamente discreto respecto a que le gustaban los hombres atractivos y no las chicas atractivas, en ese momento seguro su cara de sorpresa fue tan delatora que todo Londres y sus alrededores podría haberse enterado en un segundo de tan bien guardada preferencia. Por lo que a él respectaba, el tipo ese podía tirarle el café todos los días.

Ni siquiera le entendió muy bien a lo que dijo, o no hasta que sacudió la cabeza y se quitó la cara de imbécil de la cara, y pudo hacer conjeturas entre el sonido de su boca y los movimientos de la misma, con todo y el cigarrillo entre los labios. Tenía que tomarle una foto, pero se sentía tan cohibido y su mente estaba trabajando a demasiada velocidad como para planear una estrategia coherente, se tropezaba una y otra vez dentro de su propia cabeza, pero la verdadera prioridad era controlar el drooling.

-N…n…no…creo que no.-Pero sí le preocupaba sinceramente lo que había pasado con la camiseta, aunque esperaba que el plástico hiciera lo propio para protegerla. No sacó sus cosas de la bolsa aunque notó que el desconocido tenía la intención de asomarse para asegurarse de que todo estaba en orden, sino que metió la mano para toquetear la tela mientras intentaba controlar el incipiente sonrojo de colegiala que con tanto esfuerzo había logrado mantener a raya a lo largo de los años.

-Todo bien, perdón.-¿Perdón? ¡¿perdón?! Ya estaba llorando internamente con mucho dolor por parecer tan estúpido. Y como de todos modos ya había arruinado todo, aunque no supiera decir exactamente qué, decidió tomar el riesgo de la tarde, cerrar la bolsa de golpe y mirarlo con un poco, con muy poco, de decisión- Bueno, a cambio del café me dejas tomarte una foto-No lo reconocía, no sabía de su grammy ni nada, era pura lujuria, pero un golpe del destino podría hacerlo parecer otra cosa y como fotógrafo siempre podía esconderse tras la búsqueda de lo estético tal cuál. O una tontería así.

En ningún momento se me hubiera ocurrido pensar que pondría nervioso a un desconocido en la calle, pero estaba ocurriendo eso exactamente. Sólo pensé que tal vez estaba muy metido en sus pensamientos y derrarmarle el café le había sacado de su ensimismamiento de la peor manera, como cuando se despierta con la alarma menos discreta del mundo. No contuve un asomo de incredulidad cuando decía que no le había ocurrido nada a su compra y sospeché que lo había sólo para que la situación se terminara de una vez.

No le creí hasta que lo vi meter la mano a la bolsa y entonces me calmé un poco, pero fue imposible no sonreír cuando pedía perdón. Tampoco me sorprendía mucho, por que los ingleses pedían disculpas para todo, incluso cuando era uno quien los empujaba accidentalmente al abordar un autobús, por ejemplo. A mi manera de ver las cosas todo se reducía a su idiosincracia pasivo-agresiva con la que tantas veces me había topado, y pensé que era sólo estrategia de insular para hacerme notar que yo era el que debía estar incómodo ahí.

-Perdonado- Tuve qué decir por no aguantarme la broma, después de que me encendiera el cigarrillo. Londres era ligeramente más tolerante con ese vicio, en Nueva York ni siquiera al aire libre podía sentirme confiado de que no terminaría pagando multas por fumar en espacios libres de tabaco y esas tonterías posmodernas. Punto a favor de Europa.
Lo de la foto me pareció extraño; no tenía la expresión delatora de quien me reconocía, y definitivamente no pensaba que fuera fanático de mi trabajo o que acaso lo conociera. O quizás sí y sabía juzgar muy mal a las personas; la semi-sonrisa apareció en mi rostro de nuevo, mezclada con un poco de extrañeza.

-¿La vas a usar para denunciarme? Oye, déjame comprarte otro café No le había respondido directamente nada sobre la foto, pero me daba bastante igual, así que me encogí de hombros como para que se diera cuenta que si quería hacerlo realmente no tenía problema. Solté el humo y me encogí de hombros; de haberme reconocido hubiera dicho ya algo más, un clásico soy fanático de tu trabajo o un menos recatado eres el mejor. No, esa frase no se avecinaba, podía anticiparme a eso. -¿Fotógrafo?

Apenas dejó asomar una sonrisita porque el desconocido le perdonara, aunque en realidad Andrew no había sido culpable de nada, pero se sintió más cómodo porque en lugar de mirarlo como bicho raro decidiera contestarle con una broma. Volvió a meter la mano en la bolsa compulsivamente para asegurarse de que no se hubiera mojado y luego se dio cuenta de la estupidez que estaba haciendo. Mientras alternaba miradas entre la visión celestial y su inseparable mochila sacó el disco de Veronica Falls y también la camiseta para cambiarlos rápidamente de lugar, recargando el pie en la banca y apoyando la mochila sobre su rodilla.

-Bueno…está bien- Pudo decir ya sin tartamudeo mientras hacía espacio entre la ropa y la cámara que llevaba ese día, una nikon d5000 que había comprado por Amazon, usada, hacía ya más de un año. No la sacó para corroborarle que era fotógrafo y que no pretendía sacarle una foto con el celular tan horrible que tenía, sino que a su pregunta adivina, nada más asintió y dijo un “ajá”.

-Sí, habrá que aprovechar tu estructura ósea- Nunca había sido tan gay en la vida, así que se tuvo que reír de él mismo, aunque lo hizo mirando para otro lado. Tenía que controlarse o a ese paso iba a terminar gritando a los cuatro vientos su condición, esa con la que todavía no podía lidiar en público. O en todo tipo de públicos, porque con algunos sí que podía.

–No eres de aquí, ¿no?-Lo notó por la frase larga de la denuncia, tenía un acento distinto muy marcado. Dobló la bolsa ahora vacía cuidadosamente y buscó un vano un bote de basura o algo pero al no encontrarlo se la quedó en la mano. - ¿Pero te gusta el café de aquí? Conozco otro mejor- No conocía otro mejor pero estaba ganando tiempo, conocía varios, pero ¿él qué iba a saber de café? Lo tomaba con mucha azúcar y no sabía de marcas de nada. Igual si era extranjero podía darse el lujo de decir esas cosas.

Finalmente estiró la mano, todavía inseguro y todo, pero al menos un poco más relajado-Andrew- Si ya le iban a comprar un café, aunque seguro al final terminaría negándose a que se lo pagaran, al menos quería saber su nombre.

Se llamaban normas de cortesía. De estar en Nueva York jamás me hubiera ofrecido a comprarle otro café alguien y sólo hubiera pedido una escueta disculpa para seguir de largo, algo completamente inaceptable para esas normas de cortesía inglesas tan arraigadas, aunque claro, nadie me hubiera perseguido por las calles si lo hubiera hecho y sólo hubiera quedado como un hijo de puta desconsiderado a ojos de un anónimo. Me reí con lo de la estructura ósea, quizás era un fotógrafo de moda (solían decir eso) o un estudioso de la evolución pensando que era el eslabón perdido.

-¿Se nota mucho? de Nueva York. Le respondí frunciendo el ceño con el inesperado sol de invierno tan poco común en Londres que seguramente se iría en cinco minutos, exactamente como había llegado. Y claro que se notaba mucho, era una pregunta que no necesitaba ser respondida.

La perspectiva de tomar un café con un extraño cambió, por que al menos ya sabía su nombre. Me dejé las paranoias para otro día y después de todo, le debía ese café así que no tuve oportunidad de negarme, menos cuando proponía ir a otro lugar; no parecía ser un tipo raro, llevaba una cámara profesional que confirmaba que era fotógrafo y había comprado una camiseta de Arcade Fire por lo que alcancé a ver. Nadie con esos gustos musicales sería un maniático. Me reí con mis propios pensamientos y estreché su mano como presentación.

-Mientras no nos alejemos del rumbo... Richard. Tan simple como eso. -¿Qué clase de fotografía haces?

Empecé a andar y el cigarrillo se me terminó rápido. Era yo el que llevaba una bolsa en las manos con mi preciado disco de Pharoah Sanders que bien podría esperar una hora más. Al final la vida social, por más casual que fuera, había terminado por encontrarme a mi por más que me había esforzado en evadirla, diciéndole a mis colegas de Nueva York viviendo en Londres que tenía que terminar unas grabaciones atrasadas como pretexto para pasar un rato solo.

Ese tendría que ser su día de suerte. No solo había olvidado la culpa por gastarse dinero de manera estúpida sino que además, de la nada, estaba siendo acompañado por un desconocido extranjero celestial que parecía confiado para bien, tal vez había visto la cámara mientras guardaba sus cosas y había visto que sí era fotógrafo. De todos modos no tenía mucha pinta de secuestrador o psicópata. O de psicópata tal vez pero no uno muy fuerte. Y podía también pensar que estaba siendo amable por haber notado que era extranjero. O él podía simplemente aceptar las casualidades buenas y la suerte en lugar de estarle buscando justificaciones a que alguien no huyera de su compañía a la primera.

-No, no te voy a llevar hasta Escocia, solo hay que caminar por aquí.-Dijo señalando la dirección. Si llevaba algo de tiempo caminar pero tampoco era como si lo fuera a llevar lejísimos. Ya si el recién presentado Richard terminaba pensando que le comía demasiado el tiempo se podía ir, aunque eso significara que su suerte del día terminara como había empezado.

Señaló el camino hacia Prufrock, que fue el único café del que se acordó y solo le quedó rezar que de verdad fuera buen café para no quedar como un estúpido. También estaba preocupado por si no había estrechado su mano lo suficientemente fuerte. Puso mala cara cuando le preguntó qué clase de fotografía hacía. No le salió ninguna mentira rápido ni coherente, aunque le hubiera gustado. Había pasado tanto tiempo fotografiando lo que NO quería, que ya había olvidado lo que realmente había querido cuando había empezado con eso. Decidió ser honesto.

-Ahora trabajo en fotografía de sociales y esas cosas. Me mandan a los grandes eventos a tomar los mejores ángulos de las celebridades importantes. Y ceno gratis en la cocina.-Qué triste. -Me gustan las personas, pero no el tono del empleo.-Eso explicaría que quisiera tomarle una foto, además de para recordar eternamente que un hombre guapo le había tirado el café.

-¿Tú qué haces?-Preguntó, evidenciando que efectivamente no tenía ni idea de quién era y sintiéndose medio cómodo solamente por el factor de estar con un extraño, como siempre.

Como mis planes sólo incluían introspección sin horario y embrutecimiento de los sentidos con un montón de sustancias que no asustarían ni al más púdico de los adolescentes ingleses (alcohol y hierba) la verdad era que la perspectiva de un café con un tipo anónimo, que ya no era tan anónimo y se descubría como alguien agradable hasta el momento, no sonaba tan mal. No dije nada y sólo lo seguí, quedándome con el regusto al cigarrillo y esquivando a unas mujeres que se negaban a caminar en línea y querían ocupar la calle en paralelo.

Andrew no parecía entusiasmado con su trabajo, lo había demostrado de una manera demasiado transparente. Hubiera querido decirle que eso no era tan malo pero no tenía defensas para ese oficio, menos si él no lo apreciaba.

-Una cena gratis puede justificarlo todo. Yo había llegado a tocar por cenas y tragos gratis más o menos a su edad. A la edad que le adivinaba, por que se veía bastante joven. No se me había ocurrido nada triste al respecto, triste quizás si lo siguiera diciendo a mi edad, aunque todavía conocía a algunos que seguían rigiendo su vida bajo esos códigos y me parecía patético. No le encontré sentidos dobles a eso de tener que encontrar explicaciones por las cuales quisiera mi fotografía, tampoco valoraba demasiado mi identidad, al menos no congelada en una imagen.

-Soy músico, toco el saxo, compongo

Sonaba relajado pero era la única cosa que realmente iba en serio en mi vida, lo que me había arruinado un par de relaciones importantes, por que ninguna mujer soporta escuchar que no es prioridad para un hombre. -¿Qué compraste en Rough Trade? yo sólo voy por el jazz, hoy compré una gran reedición de Pharoah Sanders, uno de los mejores saxofonistas del mundo

Pues con algo parecido a que una cena gratis podía justificarlo todo se había consolado las primeras veces, pero comenzaba a cansarse. Lo malo era cuando el cansancio se convertía en una extensión para mantenerse en el “no hacer nada”, de forma que se hacía un círculo vicioso del que, por el momento, parecía incapaz de salir.

-Músico, wow. Eres el primero que conozco que toca el saxo.-Si había visto algunos saxofonistas, nunca les había dirigido la palabra y por lo general lidiaba más con estrellitas de rock en ascenso que otra cosa. Lo miró con creciente interés, aunque disimulando, mientras marcaba el camino afianzando bien su mochila. -No lo he escuchado.-Pues claro que no iba a mentir diciendo “ah ya, claro…”. Se encogió de hombros, inocente, y abrió la mochila para enseñarle a media calle la camiseta de Arcade Fire.

-Tengo gustos más mundanos.-También le pasó el disco de Veronica Falls, como un niño que le enseña a su primo mayor sus regalos de navidad o alguna tontería así, casi entusiasmado esperando escuchar que lo que oía era basura para que le dieran una amplia lección sobre Jazz.

-¿Y qué haces en Londres? ¿Vienes a grabar algo?-Un video, un disco, lo que fuera.-O a una presentación.-Nunca había escuchado jazz, o sí, pero no le había puesto nada de atención, ni hablar de una presentación en vivo. Richard el jazzista se veía ante sus ojos cada vez mejor, lo que por supuesto lo hacía seguir llorando por dentro. Seguro que era heterosexual, se le notaba así que ni hablar de un paso en falso, había aprendido demasiado bien a ser cauteloso y seguía tan confundido en sus decisiones personales que tan solo pensar en esas cosas lo hacían sentir raro.

No tenía ni la menor idea de las frustraciones de Andrew aunque todo empezaba a sonar sospechosamente familiar como ese periodo negro en el que cuando tenía unos veintitrés años mayormente tocaba para amenizar restaurantes pretenciosos llenos de turistas ricos que querían hablar de trivialidades escuchando jazz en vivo. Lo seguí dándome cuenta que la socialización casual no era tan mala como lo recordaba, quizás por que no estaba haciéndolo entre un montón de gente ebria lidiando con su super-yo.

-Yo tampoco conozco a Veronica Falls. Sí conozco a Arcade Fire, me agradan No mentía, pero no iba a decirle que el "conozco" implicaba haber hablado con Régine Chassagne en una fiesta de los grammys en donde yo me había comportado como un idiota por aparecerme ahí después del asunto con Andrea. Tonterías que podía ahorrarme al estar hablando con alguien que afirmana nunca haber charlado con un saxofonista.

-Ah, olvida eso, el jazz no es para gente más inteligente ni más especial de lo normal. Es como quien piensa que todo el cine comercial es malo sólo por que es popular.

Siempre me había gustado dejar claro que no me sentía más especial que un tipo componiendo melodías pop de lo más simple y perfecto con una guitarra, como esos malditos hermanos Gallagher. No es que escuchara una tras orta vez a Oasis, pero admiraba el talento de quien podía hacer canciones pop de esas que todo el mundo recordaba, aunque no estuvieran muy seguido en mis oídos. -Es sólo... distinto. El jazz no es sobre un estribillo, un coro y un solo. Es menos estructurado, piensa que el pop es repostería y el jazz es cocina, pruebas, agregas, quitas, balanceas... ¿No tiene sentido, verdad?

Había dado en el clavo, ese era uno de los pocos temas en los que hablaba de más. Si hubiéramos seguido con el clima o cualquier otra cosa estaría diciendo menos de lo que escuchaba, pero hablar de música era mi debilidad. O quizás era que tenía un buen tiempo sin tener una conversación larga con nadie, era mi manera de lidiar con esas crisis existencial que me había provocado todo lo que había ocurrido apenas hacía medio año en Nueva York, y de cierta forma me alegré al estar tan lejos, y tan cerca de quien no tenía idea de mis errores hechos públicos. -Me mudé hace 5 meses

Solo por estar como idiota bien pudo haberle dicho que le regalaba el disco de Veronica Falls como toda una colegiala enamorada, pero juntó todas sus fuerzas para meterlo de vuelta en su mochila, junto con la playera, donde estaban a salvo de sus arrebatos.

Le gustó que dijera que el jazz no era para gente más especial de lo normal, y también la analogía con el cine. Al menos se había encontrado con un tipo agradable y sencillo. También le gustó que comparara la música con la cocina, aunque él no supiera hacer más que lo básico.

-Tiene todo el sentido, en serio. Digo, no sé cocinar pero entiendo lo que dices.-Le dijo con un poco de risa en buen modo sintiéndose embobado. -¿Cuánto tiempo se lleva uno en aprender a tocar el saxo? -Seguía preguntando en parte por honesta curiosidad, en parte por una necesidad innata de complacer al interlocutor, siempre. Y pensaba que hacerlos hablar de sí mismos, si mostraban interés, era una buena idea.

-Yo vivía en un pueblo, pero ya tengo aquí algunos años, así que tampoco soy de aquí aquí-Dijo mientras seguía caminando, distrayéndose fácilmente con algunas cosas en la calle, gente que pasaba, algunos ruidos, aunque sin que pareciera que había dejado de ponerle atención real a su nuevo conocido.

-Siempre tuve la idea de que el jazz era casi todo como loca improvisación y ya estaba. Ya casi llegamos eh, un par de cuadras y ya. –Dijo disculpándose, señalando hacia enfrente, por si lo había hecho caminar demasiado.

-Una vida. No se lo respondí con la arrogancia de quien siente estar haciendo algo muy importante con su tiempo, pero sí con el orgullo de cualquiera dedicado en cuerpo y alma a algo. Supuse que también la fotografía, o la pintura, o cualquier cosa, se llevaba una vida entera en aprender, pero bueno, había que explicarse un poco -Quiero decir, en manejar la técnica suele estructurarse en una carrera de diez años, pero es algo que no se termina, ya sabes

No había notado cuánto habíamos caminado pero sí que había sostenido su palabra y seguíamos andando por el mismo rumbo, en cinco meses había logrado saber por dónde iban mis pies y nunca había sido de perderme, además de tener la sensación de que todas las calles de Londres eran distintas y ese fenómeno de sentir estar pasando por el mismo lugar en círculos jamás llegaría. Andrew confirmó al poco tiempo que el café prometido no estaba tan lejos. Yo era poco exigente con esas cosas, mientras no fuera una completa basura instantánea estaba bien.

-Depende, es un género muy extenso. Y sí, la improvisación es parte del juego, pero no es tan fácil de dominar... creo que la mejor forma de tomarle gusto es escucharlo en vivo

No lo decía por experiencia personal, para mi nunca había sido algo que tuviera que tomar con paciencia, había sido parte de mi vida desde siempre y ya estaba, pero sí que funcionaba cuando alguien no estaba en ese elemento. -Tocaré en The Vortex el próximo fin de semana, no está lejos de aquí de hecho... por si quieres escuchar loca improvisación y ya está

Poca gente había sido informada de ese evento, o mejor dicho pocos de mis amigos por que algo me decía que podía jugar un poco a empezar de nuevo, sin malos vicios y sin saber lo que los demás esperaban de mi, o quizás me estaba perdiendo en masturbaciones mentales y nunca dejaría de ser el mismo de siempre.

No tomó su respuesta como algo arrogante, sino precisamente, como la adecuada para medir lo que toma ser bueno en algo que apasiona. Una carrera de diez años para manejar la técnica, de todos modos, sonaba a una empresa bastante complicada, así que supuso que Richard realmente amaba lo que hacía, y eso estaba más que bien.

Le sonó raro escuchar que la improvisación no era fácil de dominar, así que se quedó callado un rato pensando en ello con el ceño fruncido, aunque le tomó sentido rápidamente, cuando Richard le hizo esa invitación que le sacó una sonrisa, al menos ya se había tomado con filosofía el encuentro en lugar de estar babeando discretamente, y había dejado de pensar solamente en lo guapo que era para comenzar a sentir que realmente era una suerte, no un designio divino, haberse topado con alguien agradable.

-Claro, me encantaría.-Esperaba que no le saliera algún evento alterno y “grande” que lo hiciera faltar, porque era bien sabido que tenía que sacrificar muchos fines de semana, como esa beneficencia en la que iba a tocar Michael Bublé, y que seguro se iba a pasar fotografiando caras bonitas y egos engrandecidos.

-Conozco el lugar, así que me pasaré. ¿Puedo ir con todo y cámara, verdad? ¿a qué hora?-Por fin llegaron al dichoso lugar y por disimular que le encantaba el café azucarado y endulzado hasta la muerte, terminó pidiendo un expresso del que seguramente se arrepentiría al primer sorbo.

Pues no, jamás se me iba a pasar por la cabeza que ese tipo agradable pensaba que yo era atractivo ni nada por el estilo. Sabía ocultarlo bien, y para mi nadie tenía tendencias gays hasta que lo mostraran abiertamente. Podía ser sensible a muchas cosas, pero no a la intuición de la sexualidad de un hombre. Con las mujeres todo era más fácil, o mejor dicho había aprendido a estudiarlo bien.

Me puse a pensar en el evento del Vórtex recordando el dilema grande que habíamos tenido sobre cómo llamarnos, pensando si había sido adecuado, después de todo, mencionar mi nombre en el trío a pesar de haberme negado ante todo al gancho publicitario. A veces me parecían graciosas esas tribulaciones sabiendo que el mundo del jazz tenía muy poco que ver con ser perseguido por fotógrafos y tener fans adolescentes escribiendo fanfiction sobre uno en algún blog. Nada de eso ocurría, y aún así a veces era estresante lidiar con ese grado de popularidad.

-Excelente. A las 9. Le respondí llanamente y no di más detalles por que mi orden lo interrumpia. Pedí un café americano, lo tomaba solo.

-Aparentemente sigue siendo uno de los pocos lugares en Dalston a donde no llegan hordas de modernos. No entiendo cuál es la molestia, son un público fácil de complacer.
Prácticamente estaba repitiendo lo que había escuchado decir a una inglesa sobre los modernos y su conflicto con Dalston Kingsland. Yo era de la idea de que cerrar cada vez más el jazz a su público selecto lo estaba condenado a una muerte lenta pero bastante anunciada que, como a todos los demás, hacía que de vez en cuando nos pusiéramos a temblar un poco con el futuro de la cosa nostra.

-Lleva la cámara, quizás puedas tomar unas cuantas fotos para mi sitio web. Te las pagaré, claro

Le dio mucha risa que hablara de los modernos y sus hordas. Él, por supuesto, no se catalogaba a si mismo en esa categoría así que no hubo ceños fruncidos ni apariencia de no saber a qué se refería, sino una risa llana, de niño, que soltó afortunadamente antes de beber del café que por supuesto que le supo horrible aunque hizo todo lo posible por disimularlo. Había anotado mentalmente la hora y estaba casi seguro de que asistiría a menos que saliera algún empleo odioso de por medio. No era el más apto para hacer amigos y este era uno de esos eventos afortunados que al menos para él no se daban nada seguido.

Sonrió en automático por lo que sonaba a un negocio inesperado, como el encuentro. Eso lo ayudaba a decidir mejor en caso de que saliera otro trabajo, al menos en este también le iban a pagar. Le daban ganas de decirle “pagarlas? ¡no es necesario! Solo dame tu correo y te las enviaré gratis” pero se controló a si mismo y asintió, no estaba como para lanzar el dinero para arriba y si quería salirse de casa de su tía más le valía no solo dejar de comprar camisetas de Arcade Fire, sino también encontrar trabajo hasta debajo de las piedras, mejor tomar esas oportunidades a torturarse pensando que tenía un brillante futuro de mesero.

-Perfecto, nos veremos ahí entonces.-Volvió a beber de ese café horrible y lo terminó de golpe solamente para no sufrir de a poquito. -Ah, te daré mi tarjeta.-Pues tenía solo porque una amiga se las había diseñado y quería creer que algunas veces sí habían servido de algo así que dejó el vaso del café y se palpó los bolsillos traseros del pantalón en la búsqueda de una no arrugada para pasársela al jazzista.

-Ah sí, ¿te sientas aquí? -Le indicó dando unos golpecitos en la mesa y sacando su cámara, porque ya le había dicho que quería tomarle al menos una fotografía, esperaba que no se le hubiera olvidado. -No voy a hacer la sesión del año, un retrato y ya.

Necesitaba un fotógrafo, no estaba mintiendo, pero era una de esas cosas que dejaba en mi agenda mental pospuesta hasta que finalmente en un segundo me decidiera a concretarlo. A pesar de ser pragmático con la música tendía a la desorganización en otros aspectos, sobre todo con las obligaciones de la vida adulta, y a veces esas obligaciones que bien podía zanjar en un minuto pero no hacía por desidia, se quedaban esperando en mi cabeza como cuentas qué pagar, con más y más días de atraso. No había podido aún deshacerse de ese mal hábito.

Al menos me había ya librado de un pequeño pendiente y ahora lo único que me quedaba era esperar que Andrew no fuese el peor fotógrafo de Londres, y si lo era, tampoco sería grave pues le pagaría las fotografías y discretamente me abstendría de utilizarlas. No sospeché que bebía ese expreso casi como una tortura y tomé su tarjeta agradeciendo que la tuviera, sólo para formalizar ahora que iría a lo del Vortex.

Tomé asiento y me sonreí bajando un poco la mirada, se me había olvidado el asunto de la fotografía y aunque no era precisamente alguien tímido o falto de confianza, tampoco me encantaba estar frente a los objetivos y más de una vez me había sentido abrumado por la atención sobre todo cuando mi entonces banda estuviera en la cima (al menos en la cima comercial). Sin borrar la sonrisa pero con el ceño un poco fruncido lo miré mientras sacaba la cámara.

-No retrato muy bien, me han dicho que siempre tengo cara de ser un esnob insoportable Ese siempre se reducía a dos veces, las dos veces dichas por Andrea en una de nuestras tantas crisis antes de que todo se fuera al carajo.

-Si logras que no salga así, quizás también puedas tomar los retratos de mi banda. Necesitamos una serie, para los promos y esas cosas A mi no me parecía necesario, pero últimamente el factor rockstar parecía importarle a todo mundo, y potenciar la imagen de un trío, aunque fuera uno de jazz, cobraba relativa importancia cuando se buscaban escenarios por Londres.

Le dio risa lo del esnob insoportable. Mientras preparaba la cámara y lo miraba fijo, aunque no sostenía mucho tiempo la mirada sobre él. Que hubiera empezado a hablarle con más confianza no significaba que de pronto dejara a un lado todas esas características de timidez que nunca podía barrer de su cuerpo. Tomaba la cámara con decisión, pero el resto de su gesticulación delataba que seguía siendo bastante poco dado a ser un tipo de carácter.

Cuando fotografiaba a veces daba órdenes, excepto en los eventos, claro, pero eran los únicos momentos brillantes. Sin contar que estaba el doble de nervioso por saber que sus intenciones de fotografiarlo eran totalmente hormonales y no estéticas, por más que se convenciera de que era una combinación de ambas. Al menos con su parafernalia había conseguido trabajo.

-Ok, primero mírame.-Le pidió para la primera toma, pero no se conformó con una y tomó varias desde distintos ángulos. Con varias se refería a cuatro, porque no quería incomodarlo tampoco con una sesión de paparazzi enloquecido. Abrió la pantalla táctil solamente para revisar cómo habían quedado las fotografías, sentándose enfrente de Richard mirándolas con ojos crítico, pero satisfecho. Parecía un poco un esnob, era cierto, pero no insoportable, tenía una media sonrisa afable.

-¿Quieres echarles un vistazo también? Para que vayas viendo si sí quieres contratarme.-Ahí estaban, esos momentos brillantes de los que hablaba. Se sentía seguro de lo que hacía, de sus composiciones, de su buen ojo. Lo único que le faltaba en gran parte era encontrar un sustento conceptual, o algo así.

Le pasó la cámara con cuidado, luego de regresar a su primer retrato para que lo viera desde ahí. Esperaba que tuviera buenas opiniones y no estar echando a perder un posible trabajo a futuro.